Veinticuatro horas sin parar pueden hacer que al día siguiente "no valgas un real". Día y tarde trabajando en lo que queda del incendio del teatro Princesa y dos camiones ardiendo por la noche, con sustos incluidos, hacen de la última guardia una guardia muy dura, de manera que hoy "no soy nadie".
Me reconforta pensar que mis compañeros y yo dimos el máximo sin abrir la boca, que estuvimos unidos apoyándonos, sabiendo lo que hacíamos. Y eso hace que la paliza que nos pegamos ayer sepa dulce, muy dulce.
Desde aquí quiero agradecerles su profesionalidad, a todos
ellos, a mis compañeros de equipo...
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